En plena pandemia, cuando el mundo se detuvo y las certezas se desvanecieron, mi alma inquieta buscaba un propósito. No sabía exactamente qué era lo que anhelaba, solo sentía que algo nuevo estaba por llegar.

Fue entonces cuando descubrí la joyería. Una simple búsqueda en internet me abrió las puertas a un universo desconocido y fascinante. En ese viaje encontré a Antonio, un joyero con alma de maestro. Con él aprendí mucho más que técnicas y herramientas; descubrí un mundo de valores donde la sinceridad, la constancia y el amor por el trabajo bien hecho son la verdadera esencia de cada creación.

Así comenzó esta historia. Con cada aprendizaje, nacían nuevas ideas, cada una de ellas transformada en piezas únicas. El logo de Moleona no fue una decisión apresurada; lo medité, lo sentí, hasta que comprendí que dos anillas soldadas eran el símbolo perfecto. Dos anillas que, como el arte de la joyería, unen, sellan, crean lazos inquebrantables. Igual que un anillo enlaza a dos personas o a dos mundos.

Hoy, cada joya que nace en mi taller lleva esa esencia: la pasión por lo auténtico, el valor de lo hecho a mano y la emoción de unir historias a través de piezas únicas. Esta es mi historia, y cada creación de Moleona es un pedacito de ella.

Carmen Acuña

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